¡Hola a todos los usuarios de The Legend of Zelda Wiki! Al habla Helio, y el día de hoy vengo a traer un fan fiction basado en el universo de uno de los mejores animes que he visto (y que considero mi favorito, superando a otros como Sailor Moon o Los Caballeros del Zodiaco): Neon Genesis Evangelion (y todo lo que le concierne, como la tetralogía de Rebuild of Evangelion).
Antes de comenzar, quiero aclarar que dejaré los comentarios activados para que todo el que quiera decir algo al respecto tenga la libertad de expresarse como quiera, cosa que hice con el blog anterior hasta determinado momento. También sobra decir que esta vez sí haré una continuidad, es decir, que habrá uno o dos capítulos por semana (intentaré hacerlo lo mejor que pueda). Ah, y una cosa más: la mayor parte de este blog será casi como el blog anterior (es decir, The Angel's Road, que no terminé), pero le añadiré detalles, más contenido y otras cosillas.
Ahora sí, ¡vamos con el fan fic!
1.0: You Are (Not) Alone
Prólogo
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El inicio |
Hola. Te saludo con mucho gusto, querido lector (imagina que estiro mi mano para que la estrechemos). Mi nombre es Helio Cabrales, aunque me puedes llamar solamente Helio (aunque mi mamá me llama de otro modo cuando se enoja, pero eso es otro tema). Te contaré lo que me ha estado pasando en estos tiempos. La historia que narraré a continuación transcurre en el año 2015 (podría decir que actualmente vivo en el 2020, pero mejor no rompo esa ilusión. Imagíname con barba y bigote). Pensarías que llevo una vida normal como cualquiera que conoces, ¿verdad? Bueno, pues déjame decirte que eso no es así. Mi vida y la de toda la humanidad cambió en el año 2000 con un evento conocido como "Segundo Impacto". Qué bueno que era tan sólo un bebé en ese momento (para ser más preciso, tenía un año y casi dos meses cuando ocurrió el acontecimiento), pero toda la información quedó grabada en Internet y no podrá ser borrada nunca. Siéndote sincero, ese tema nunca me llamó la atención (no soy tan fanático de la historia)... Volviendo al tema (ya que suelo desviarme demasiado), la historia del planeta cambió casi en el último cuatrimestre del año 2000, más precisamente el día 13 de septiembre (que, curiosamente, es un día festivo en mi país de origen). Explicaré qué fue lo que pasó. Tras una catástrofe ocurrida en la Antártida producida por un micrometeorito que viajaba al 99% de la velocidad de la luz (me pregunto cómo un objeto sólido puede tener la capacidad de alcanzar semejante velocidad), estalló una multitud de conflictos armados alrededor del globo. Sí, como lo leíste. Fue un doloroso periodo de siete años que devastó el mundo por completo, y todo por alimentos y víveres para las poblaciones afectadas. La Tierra estaba prácticamente en ruinas: el agua de los océanos terminó contaminada y de un color rojo (no recuerdo muy bien si todos los océanos terminaron así, o al menos su gran parte. Creo que debo ver más imágenes satelitales), muchas especies desaparecieron, una gran cantidad de naciones quedaron devastadas y la economía había colapsado. La mitad de la población humana mundial desapareció debido a las guerras y a los cambios climáticos extremos. Todo iba muy mal. Sin embargo, tras un lento y doloroso proceso de recuperación de 2008 a 2011 (y eso que sólo fueron tres años), la economía y el mundo lograron recuperarse muy rápidamente. Demasiado, diría yo. Algunos países que eran considerados como "desprestigiados", por así decirlo, se convirtieron en potencias mundiales, como México. De hecho, yo vengo de allí (¿aún te suena lo del día de los Niños Héroes que mencioné más arriba?). Pero bueno, sigamos. Pero antes, haré un pequeño paréntesis. Creo que no te he contado cómo soy físicamente, ¿verdad? Simple. 1.71 de altura, piel algo morena, cabello negro, ojos cafés y delgado ( antes de que se me pase, daré un detalle que no suelo mencionar por vergüenza, pero me atreveré a decirlo: tengo síndrome de Asperger. Ya, lo dije. Seguro que debes conocer a alguien así, o por lo menos una similar), pero no tanto. Ahora que he dicho esto, prosigo de verdad. Aunque, al igual que en los otros dos hechos anteriores de guerra, México se mantuvo neutral, algo pasaba conmigo, y yo ni siquiera me daba cuenta. ¿A qué quiero llegar ahora? Pues enseguida lo verás. Mira, allá por el 2012 conocí a una de las personas más reconocidas a nivel mundial (o al menos eso me decían): la doctora Yui Ikari. Cómo olvidarla. Aún la recuerdo perfectamente (creo): una mujer de apariencia joven (aunque yo le calculo unos cuarenta años más o menos), cabello y ojos cafés, bata de laboratorio (en algunas videollamadas), blusa interior rosada, una falda azul y zapatos negros. De actitud alegre, bondadosa y maternal, y vaya que yo cuento con mi propia madre (y familia completa, hasta con mascota). ¿Cómo la conocí? Fue gracias a la universidad en la que estaba, ya que yo estudié en una de sus preparatorias. Aparte de eso, te diré que ella era mi psicóloga personal, ya que me hacía visitas cada par de semanas. Cada que iba con ella (que, por cierto, cuando la conocí, y aparte del inglés, tuve que aprender japonés para poder hablar con ella y entenderle), al terminar, me decía alguna frase alentadora como "La vida puede florecer si se tiene la voluntad de hacerlo.", pero como suelo ser algo distraído, no le prestaba tanta atención (aunque, siendo honesto, esas frases me vendrían muy bien). Así fue hasta que, en abril de 2015, cuando me informó de algo que cambiaría mi vida. Ella viajó desde Japón hasta México para visitarme en mi consulta quincenal, y nos vimos en donde siempre (si te preguntas eso de que es mi psicóloga y por qué necesita una, es que, con mi comportamiento, siempre he necesitado de alguna persona que me escuche). — Helio, tengo que informarte de algo. No sé si te vaya a gustar. - me dijo, notándose que estaba un poco preocupada. — Pues dígamelo. Quiero saber de qué se trata - respondí. — Verás, he estado estudiando tus datos desde 2011 y creo que necesitas un tratamiento especial. - me decía. Yo escuchaba atentamente, ya que mi mamá no le entendía nada. — ¿Tratamiento especial? ¿Qué clase de "tratamiento especial"? — Como te dije previamente, no sé si te vaya a gustar, pero... vas a tener que venir conmigo a Japón. Vivirás por un tiempo en ese país para cumplir con tu tratamiento. — ¿Qué?... No me lo creía. ¡Tendría que irme a vivir a Japón! No sabía qué decir. Entonces dirigí la mirada hacia mi madre, que siempre me acompañaba (y que daré sus detalles también. Se llama, y tiene cabello castaño, ojos cafés, de complexión robusta, como yo antes, mi papá y mi hermano, también antes; además, usa lentes). Le conté lo que me dijo la doctora, y tras pensarlo un poco, me dijo: — Sólo tú sabes lo que vas a decidir. Ya te lo he dicho: aprende a decidir lo que es mejor para ti. En serio detesto tener que tomar decisiones. ¡Lo odio! No sé hacerlo muy bien. Pero siempre me dijo que me vaya por lo mejor (y lo hice en el caso de la preparatoria que escogí, ya que me tocó en la misma que entró la chava que me gustaba, aunque eso no lo sabía), así que, aunque tenga dudas sobre si era lo correto (siempre dudo en casi todo lo que hago, créeme), respondí: — ... De acuerdo. Iré a Japón. La doctora Ikari respondió alegre a lo que dije. — Muy bien, Helio. Nos iremos a inicios de junio. — De acuerdo. - dije, un poco dudoso de mi decisión. Y así terminó mi cita con la doctora. Como dije, desde ese momento empecé a dudar si hice lo correcto. Pasó el tiempo y llegó el día 1 de junio, día que dejaría todo atrás y comenzaría desde cero en Japón. Como dije, llegó el día 1 de junio. Estoy en el aeropuerto internacional de mi ciudad, Monterrey (¿tú serás de México también? ¿O de qué otro país?). Son las 12:00 del mediodía. La doctora Ikari me esperaba en la puerta de un jet privado (vaya..., me iré en un transporte privado... Ojalá que tenga Wi-Fi). Todas las personas que me conocían fueron a despedirme por última vez (tuve que rogarles a varios de ellos y pedirles por medio de Facebook a otros que lo hicieran, y aceptaron, por fortuna). Recibí abrazos y besos tanto de mis familiares como de compañeros (de clase, claro) y amigos. Te seré honesto, nunca me han gustado los abrazos (y menos los besos). Pero como nunca más los iba a volver a ver, decidí ser algo menos frío. Cuando terminé de despedirme, la doctora me llamó. — ¿Vienes, Helio? - me preguntó la doctora Ikari. — Enseguida. Sólo me despido de alguien más. - le respondí. Me faltaba únicamente alguien: mi perro, que por desgracia no podré llevármelo. Por si las dudas sobre qué raza es, diré que es un dálmata (curioso, ¿no?), y le puse el nombre más original: Manchas (ah, y lo he tenido desde 2012, cuando mi abuelo me lo regaló como regalo de cumpleaños adelantado. Era un cachorro entonces). Tras decirle algunas palabras, lo abracé y no quería soltarlo, como si estuviese encadenado a él, pero tenía que dejarlo. Se me iban a salir unas cuantas lágrimas, pero me aguanté como los machos (todo por conservar la masculinidad). Creo que hasta la doctora Ikari quería llorar, se le veía en la cara. Permanecí abrazando a mi mascota por unos minutos hasta que finalmente lo solté. Le puse demasiado sentimiento. Esta vez no pude resistir más y unas cuantas lágrimas empezaron a correr por mi cara. No quería dejarlo solo, pero sé que lo cuidarán por mí en mi ausencia (espero que no me olvide el desgraciadillo). — Bueno, ya me voy. Adiós a todos. - finalmente me despedí, alzando mi mano derecha en señal de despedida (olvidé decir otra cosa: soy zurdo). Todos alzaron la mano y la agitaron en señal de respuesta a mis palabras y gestos. Al final, abordé el jet y la puerta se cerró automáticamente (mmm... No me fijé si el jet tenía algún logotipo que no alcancé a ver). Observé a todos mis conocidos por última vez. Mi familia, mis amigos, la chica que me gusta..., todos. Entonces el avión se encendió y avanzó. Me despedí por última vez a medida que el avión se movía. Entonces, en unos segundos, ya no vi a nadie. Ahora estaba en medio del aire, a cientos de metros sobre el suelo. Traté de dejar de llorar, ya que me había puesto en ello, pero no podía. Olvidé mencionar que a veces soy emocionalmente inestable. No sé si lo dije antes, pero quería cerciorarme (creo que no lo dije). Afortunadamente la doctora me ayudó a sentirme mejor. — ¿No podrían visitarme algún día? ¿O podrían traer a mi perro? No me gustó tener que dejarlo solo. - dije. — Hablaré con mi marido y veré qué puedo hacer. - me respondió la doctora. Y así comenzó una nueva etapa de mi vida, una en donde viviría en un lugar diferente y conocería a mucha gente nueva. Pero... si hubiera sabido lo que me pasaría esa misma tarde, hubiera dicho que no... Pronto lo verás. |
Capítulo 1
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El ataque del Ángel |
Aún es 1 de junio de 2015, lunes. Son las 16:30 horas. En estos momentos me encuentro solo en alguna ciudad de Japón (¿me habrán dicho su nombre y no escuché por andar pensando en otra cosa? Creo que sí). Hace un rato que me bajé del avión. Siendo sincero, no tengo ni la más remota idea de dónde estoy, y lo digo en serio. Lo único que sé es que me encuentro entre dos distritos llamados Kanto (que me recuerda a la región de Pokémon. No pude evitar hacer esa referencia) y Chubu, y si te preguntas cómo es que sé eso, es gracias a esa sirena de alarma que suena cada poco tiempo diciendo lo siguiente: — "Su atención, por favor. A las 12:30 horas se declaró el estado especial de emergencia en las regiones de Kanto y Chubu, que rodean al distrito de Tokai. Todos los civiles deben refugiarse en su refugio designado." - se repetía, y curiosamente, esa hora casi coincide con el momento en que abandoné mi ciudad. Estaba aburrido, un poco desesperado porque no se veía ninguna alma en las cercanías y, además, parecía que me encontraba en un pueblo fantasma. No lo entiendo: ¿por qué la doctora Ikari me dejó aquí y no en la nueva capital de Japón, que se llama "Tokio-2" (o, no sé, en un refugio)? Simplemente no me lo quiso decir, pero para aclarar alguna posible duda, explicaré todo lo que ocurrió previo a este preciso instante. Recuerdo ese momento: estaba en el aeropuerto de la ciudad de Atsugi, y después de las 14:15 p.m. (hora local), la doctora Ikari y yo llegamos y bajamos del jet y subimos a un automóvil de color negro (me dio un poco de miedo, pero al menos iba acompañado por alguien confiable. Ve a saber cómo habría reaccionado de haber estado en solitario. Anda, hazlo, que no es difícil). Creo que ibamos a la oficina de la doctora pero, en cierto momento, ella recibió una llamada en su celular, y al parecer, por lo que dijo, no le iba a gustar hacer algo. ¿Y qué es ese algo? Dejarme solo en medio de una calle desolada en una ciudad evacuada (¿ya enlazaste todo, verdad?). Antes de retirarse en el coche, la doctora Ikari me dio una foto. — Escucha, Helio: tengo un asunto importante que atender, por lo que no podré llevarte directamente a mi oficina, pero mira, te doy una foto. - me comentó, dándome la fotografía, además de una carta doblada. - Ella es la teniente Misato Katsuragi. Ya fue notificada y llegará por ti en unos minutos. Cuando la encuentres, dale la carta. En verdad siento tener que dejarte aquí. - me dijo, notándose que estaba algo apenada por la acción que estaba haciendo. — Descuide, doctora. Si tiene algo que hacer, siéntase con toda la libertad de hacerlo. Yo puedo verla otro día. - dije de manera cortés, aunque por dentro quería decirle que mejor me llevara consigo. — Gracias, Helio. Bueno, tengo que irme ya. Te veo luego. - se despidió. — Adiós. - respondí, haciendo un gesto con mi mano derecha, y la doctora entró al vehículo y se fue. Y aquí me tienes, como un espantapájaros en medio de un campo de trigo y maíz, y digo esto por las similitud de los contextos y situaciones. Llevo esperando a esa mujer por más de dos horas y ya me estoy fastidiando (cuando lo máximo que he aguantado es, por lo menos, veinte minutos). Sé cuánto tiempo ha pasado porque traje mi celular. Como estaba aburrido, saqué nuevamente esa foto y la miré detenidamente: esa tal Misato tiene cabello morado (curioso...), ojos marrones, y se le veía con ropa algo corta (básicamente era un mini-short de mezclilla y una blusa de tirantes amarilla) y estaba en una pose algo provocativa, demasiado para un muchacho como yo (si este relato fuera un anime, sin duda la fotografía sería fan service). La foto tenía algo escrito. — "Pasaré por ti, Helio. — Si esa mujer tarda otra media hora en llegar, me voy a buscar un refugio. - pensé en voz alta, mirando hacia ambos lados de la calle. Seguidamente suspiré. Sin embargo, un estruendo me sacó de mis pensamientos inmediatamente. Los pájaros que estaban en los cables, árboles y demás lugares cercanos salieron volando y soltando graznidos. Las coberturas metálicas de todos los locales cerrados empezaron a moverse y hacer ruido, provocando que me tapara los oídos, además de que una intensa ráfaga de aire me sacudió, pero no me tiró. ¿Qué estaba provocando todo eso? Miré a todas partes para buscar una respuesta a todo esto que estaba pasando, y la encontré, aunque no me agradó: al mirar hacia unas montañas, observé un enorme monstruo de piel negra, hombreras "óseas", una máscara que cubría su "rostro" y una esfera roja en el centro de su pecho, el cual caminaba tranquilamente por ahí (o como diría el dicho, "como Pedro por su casa", y eso que mi hermano precisamente se llama Pedro).. — << ¡¿Qué mierda es esa cosa?!" - pensaba. Mientras permanecía congelado del asombro, algo más apareció: de una carretera aledaña salió un robot de su mismo tamaño, de cara intimidante con un cuerno en su frente, armadura morada y algunas partes de un verde fosforecente. Si tener al otro coloso me tenía asustado, este me puso aún peor cuando echó una mirada hacia donde YO estaba. Me quedé helado. Sin embargo, mi período de impacto se detuvo cuando escuché cómo las llantas de un coche se detenían y derrapaban. Dejé de cubrirme con mis brazos, abrí los ojos y vi un flamante auto deportivo en color azul. De él bajo la persona que esperaba: la teniente Misato Katsuragi, que traía lentes oscuros y un vestido oscuro algo apretado. — Perdón por tardar tanto, Helio. Sube, ¡rápido! — << Ya era hora... >> - pensé. - ¡Claro! Y así lo hice. Subí deprisa al asiento izquierdo, por lo que tuve que rodear para alcanzar la otra puerta (y olvidé el hecho de que el volante está del lado derecho en esta parte del planeta), no sin antes guardar mi mochila en la cajuela (otra cosa que olvidé mencionar es que me traje una mochila con algo de ropa). Tan pronto como estuve arriba, la mujer que conducía, que por cierto era muy linda (¿pero qué estoy diciendo? ¡Tengo quince años y deben gustarme las señoras que me dupliquen en edad!), aceleró y se alejó a toda velocidad de la ciudad, mientras esas dos monstruosidades comenzaban a pelear. A medida que nos alejábamos, aprecié el combate de los titantes por medio del espejo retrovisor y cuando íbamos por alguna carretera que permitía ver la acción. Y también, mientras nos despegábamos cada vez más y más de esa zona caótica, no quise decirle nada a la teniente, ya que se le veía bastante seria y concentrada en la labor de manejar. Luego de un rato, al estar bastante lejos, en medio de una carretera situada en un llano, Misato detuvo el coche. Sin que yo me lo viera venir, se desabrochó el cinturón, sacó unos binoculares y apuntó hacia la sede de la pelea. Por supuesto, como mi asiendo era el mejor para ver, se puso sobre mí para hacerlo. Como tener sus pechos sobre mi cara era algo incómodo (eh... ...no se me ocurre nada al respecto...)..., decidí mirar también hacia allá. — ¡Oh, no! ¡La unidad 01 ha sido neutralizada! ¡Rei! - exclamó, preocupada. Y mientras tanto, yo seguía en una lucha interna entre el placer y la incomodidad. — ¿"Unidad 01"? ¿Así se llama ese robot? ¿Y quién es Rei? ¿Puedo saberlo? - pregunté. No obtuve respuesta a ninguna de las preguntas que formulé. Mientras tanto, la mujer observaba cómo el robot gigante desaparecía siendo "absorbido" por el suelo, yéndose de la misma manera en que vino. Sin embargo, las cosas no acabaron ahí, pues un enorme avión sobrevoló la zona. — ¡¿Qué?! ¡No! ¡Van a usar una mina N2! - exclamó, ahora sonando sorprendida y preocupada. — ¿Una qué? - alcancé a decir. Sin previo aviso, me agarró y me tiró al suelo diciendo — ¡Cuidado! Entonces escuché el sonido provocado por la explosión de esa dichosa bomba (que sería como una bomba atómica. Creo que ya sé lo que experimentaron los habitantes de Hiroshima y Nagasaki en 1945, pero sin morir). Al poco tiempo, la onda expansiva del estallido llegó hasta nosotros, provocando que el coche, conmigo y la capitana dentro, diera varias vueltas hasta terminar de cabeza, con las ruedas hacia arriba. Ambos nos las arreglamos para salir y luego logramos darle la vuelta entre los dos. — ¿Listo? A la de tres. Una, dos, ¡tres! Lo habíamos logrado, dimos la vuelta al coche, que, aunque debió de dañarse bastante, no fue así. — Uff, que bien que lo logramos. Eres muy útil. - dijo ella, agradeciéndome. — Emm, bueno..., debo admitir que es un placer conocerla en persona, teniente Katsuragi. - dije yo, algo apenado. — Misato. Llámame Misato. Vaya..., entonces tú eres Helio Cabrales. Es un gusto. — Como dije, el placer es mío, teniente Katsura... Perdón, quise decir Misato. — Je, je. No te ves tan tímido como la doctora Ikari me dijo. En fin, vámonos. Ambos volvimos a subir al auto (que, como ya mencioné, sorprendentemente no estaba tan dañado), y pusimos rumbo a alguna parte. Durante el camino, Misato aprovechó que pasábamos por una tienda de autopartes (cuyos vidrios estaban rotos) para "tomar prestadas" algunas baterías para su auto. Mientras íbamos en el coche, le comenté al respecto. — Eh..., oye, Misato... — ¿Sí? - me respondió, sonando muy alegre, bastante contrastante a cuando me la topé hace rato. — ¿Lo de las baterías no fue un... robo? — Descuida, somos parte de una organización del gobierno, así que está justificado. — A mí más bien me parece un abuso de autoridad. - dije, algo serio. — Ji, ji, ¿te hice enfadar? — Pues tú ya no pareces la "señorita Madurez". A manera de reto, Misato movió el coche de un lado a otro, asustándome. Un rato más adelante, habló con alguien por teléfono (¿acaso nadie le ha dicho a esta mujer de los peligros de hablar por el celular mientras conduces?). — Al habla la teniente Katsuragi. Quisiera hablar con la doctora Yui Ikari. ... ¿Qué? ... ¿En serio? ... De acuerdo, llevaré al Tercer Elegido al cuartel general. — << ¿Cuartel general? ¿"Tercer Elegido"? ¿Qué significa esto? >> - pensé. Tras algunos minutos en el auto, este se subió a unas vías del tren que acababan en una compuerta enorme en el que distinguí el logo de una organización: "NERV". El logo consistía en una esfera (posiblemente representando la Tierra) atravesada por una hoja y el nombre ya mencionado (y un mensaje en inglés que decía "Dios está en el cielo. Todo está bien en el mundo."). Dentro de esa compuerta esperaba una especie de vagón de tren lo suficientemente ancho para un coche. Misato aparcó ahí, donde soltó el volante y se calmó un poco, mientras el tren se activaba y se movía. — Perdón si no hablé durante este rato. - me comentó, ya que no la quise molestar cuando habló por teléfono. — Mmm, descuida, no te preocupes. - respondí. — Je. Eres justo como la doctora Ikari me dijo: alguien un poco tímido. — ¿La doctora Ikari te habló sobre mí? — Sí. Oye, ¿te dio una carta? — ¿Qué? A ver, déjame ver... - empecé a buscar la carta que traía guardada. - ¡Ah! Aquí está. Creo que me dijo que te la diera. — ¿En serio? Déjame leerla entonces. Mientras leía, la observé más detenidamente. Sí, se ve igual de... emm... atractiva que en la foto que me dieron (de hecho, el vestido que usa enseña mucho las piernas. Vaya de mí... ¿En qué o quién debo pensar? ¿En la chica que me gusta, o mejor dicho gustaba?). Pero lo que más me sorprendió hace rato fue su cambio tan brusco de personalidad. Pasó de ser alguien serio y concentrado a una persona despreocupada y alegre. ¿Acaso será bipolar (como suelo hacerle yo con mis ataques repentinos de ira)? — Ya veo. Así que la doctora Ikari quiere que me encargue de ti mientras ella está ausente. - me dijo luego de terminar de leer. — Pues... sí. Eso parece. - respondí. — ¿Y qué es ella para ti? — Pues es mi psicóloga. — Oh, entiendo. — ... ¿Qué estás tratando de insinuar, Misato? ¿Eh? - le pregunté, abriendo más los ojos. — No, nada. Sólo quería saber cuál era la relación que tienen ustedes dos. Y así, mientras el tren se movía, seguíamos conversando de varias cosas, como por ejemplo sobre las causas de mi llegada a Japón. De repente, el tren (que iba hacia abajo en diagonal, pero no me di cuenta hasta este momento) pasó por un lugar que me hizo decir una palabra: — Increíble... Era una enorme estructura subterránea de forma redonda, con muchos edificios colgando de la parte superior, todos boca abajo, por así decirlo, y en la parte inferior había enormes bosques y lagos (lo cual es curioso, ya que se sitúan bajo tierra, pero ¡hey!, en este mundo todo es posible), junto a un edificio triangular que supongo es la parada. Pero lo que más me sorprendió es que los rieles del tren estaban en el aire. Sí, ¡en el aire! ¿Acaso serán magnéticos o dispondrán de alguna tecnología de anti-gravedad? — Este es el GeoFrente, una prueba de la supervivencia y de la ingeniería humana, un refugio para la humanidad. - me contó Misato, aunque yo ni le presté atención porque estaba maravillado viendo el paisaje. Básicamente actuaba como un niño. Por otro lado, no me di cuenta de nada hasta que mi hermosa "tutora" me dijo que ya habíamos llegado al estacionamiento del cuartel y que habíamos que salir. Luego tomamos un ascensor y después en una especie de zona futurista, con puertas automáticas, luces fosforescentes de color verde adornando el ambiente (aunque nada se veía de color verdoso), etc. Hasta el suelo contaba con cintas transportadoras (qué bueno, porque soy algo flojo para caminar, pero forzosamente tengo que hacerlo). — Grr. En serio odio tener que usar falda en lugares así. - se quejaba Misato mientras "paseábamos" por ahí durante veinte o treinta minutos y cruzábamos una enorme compuerta. Como se veía algo perdida, le pedí prestado el mapa para ver si yo podía encontrar el camino. ¡Madre santa! ¡Este mapa es demasiado confuso! Pero me fijé en que hay una línea roja marcada en él, que supuse es el camino a seguir. Tras varios minutos (en los cuales ahora el guía era yo), llegamos a un elevador que, según me dijo Misato, nos llevaría a nuestro destino. Cuando se abrió, apareció una nueva persona: una mujer de la misma altura que Misato, con apariencia de ser científica como la doctora Ikari al llevar una bata; cabello rubio (pero con cejas rojizas, dando a entender que se había teñido), blusa a botones de color azul marino, falda negra y mallas en las piernas. — ¿Volvió a perderse, teniente? ¿Que acaso no sabe que nos falta tiempo y servicio laboral? - le preguntó dicha mujer a Misato. — Emm... Disculpe. - se apenó mi capitana. Luego de esa frase, la señora volteó a verme. Me desconcerté un poco. ¿Qué querrá de mí? — ¿Acaso es él? - le preguntó de nuevo. — Sí. De acuerdo con la doctora Ikari y el Instituto Marduk, es el Tercer Elegido. - le aclaró Misato. — Mucho gusto. Soy la doctora Ritsuko Akagi. - se presentó la doctora ante mí. — Sí... Hola. Me llamo Helio Cabrales. — Hmm... Eres justo como Yui me dijo. — Ehh, sí, ya me han dicho eso. Continuamos nuestro recorrido hasta llegar a una enorme habitación cuya mitad estaba cubierta por gigantes compuertas en medio de un lago de "agua rosa", como la de los océanos (aunque esa más bien es roja), que tuvimos que atravesar en una lancha. Cruzamos una puerta metálica en la estructura en medio de un "puente" que conecta con otras dos puertas, una a cada lado. Cuando entramos, todo estaba a oscuras. — ¡Oigan! ¿Quién apagó la luz? - exclamé, ya que me da algo de miedo la oscuridad, aunque alguien más se encuentre conmigo en el lugar. Las luces se encendieron repentinamente, por lo que contemplé algo que me asustó al principio (y mucho. Diría que me sacó un... bueno, ya sabes): era la cabeza del robot gigante que apareció en la ciudad cuando yo esperaba a Misato, emergiendo del pequeño lago artificial de agua roja. — ¡AAAHH! - grité. Luego proseguí. - Hey... ¡Pero si este es el mecha gigante que vi en la ciudad! - dije, mirando a Misato. — Así es. - me respondió ella. — ¿Y... qué se supone que es? - pregunté, señalándolo. — Es el arma de combate máxima. La hemos llamado "Evangelion unidad 01". - me explicó la doctora Akagi. — Guau. Y bueno... ¿qué quieren que haga? — Yo te lo diré. - se oyó una nueva voz desde la parte superior de la sala. La voz era masculina. Alcé mi mirada hacia arriba para ver quién había sido el emisor del mensaje. En una pequeña habitación con ventanas para observar y monitores en una de las paredes, se hallaba quien habló: se trataba de un hombre de una edad algo mayor a la doctora Ikari, con cabello marrón, ojos cubiertos con lentes oscuros, chaqueta azul con bordes rojos, pantalones azules, zapatos oscuros y manos cubiertas con guantes blancos. — Eh... Disculpe, pero... ¿quién es usted? - le pregunté, haciendo un gesto con el dedo índice. — Soy el comandante Gendo Ikari, jefe de la organización "NERV". - se presentó aquel hombre, acto seguido bajó por un ascensor situado en la misma habitación donde él se estaba hasta donde me encontraba y se acercó a mí caminando lentamente. — Gendo Ikari... Entonces usted es el esposo de la doctora Ikari, ¿eh? ¿Acaso sabe dónde está? — Mi mujer ha asistido a una reunión en el antiguo Tokio. Regresará hasta el día de mañana. - me explicó los motivos por los que mi psicóloga no se encontraba. — Oh, ya veo. El hombre volteó a ver a la doctora que estaba a un lado mío (más precisamente a mi derecha). — ¿Cómo van las reparaciones de la unidad 01? — Los daños producidos por el Ángel han sido mínimos. Fuimos capaces de reparar al EVA en menos de una hora. Yo sólo escuchaba todo. Así que el monstruo dañó al robot, llamado "Evangelion" (no puedo evitar hacer una comparación con los Evangelios de la Biblia). Mientras, también pasé a mirar a Misato, detrás de mí. — Perfecto. - dijo el comandante, volteando a ver ahora a Misato. - ¿Ya le ha avisado al Tercer Elegido, teniente Katsuragi? — ¡Oh, lo olvidé! ¡En verdad lo lamento! — ¿Avisarme? ¿Avisarme de qué? - pregunté. ¿Avisarme de qué? — Helio..., tú pilotearás el EVA-01. - me dijo la doctora. — ¿Qué? - exclamé, totalmente sorprendido. Eso no me lo esperaba. Pasé a mirar hacia atrás. - Misato, ¿por qué no me dijiste? - le cuestioné, quien volteó hacia un lado, como queriendo evitar verme directamente. Creo que se avergonzó de sí misma. — Porque... sabía que si te decía lo que tendrías que hacer, lo habrías rechazado desde el principio. Creo que Yui... - narró, pero la interrumpí bruscamente. — ¡¿Qué?! ¡¿La doctora Ikari también lo sabía?! - exclamé. — ¡No, no! ¡Eso no es lo que...! En este momento entré en un estado de ira que podría considerar casi incontrolable (uno que no mencioné, pero cuando entro en este estado, sólo puedo "enfriarme" hasta haberme expresado del todo). A veces no me gusta estar en este estado, ya que puedo llegar a herir a otros... verbalmente (y a veces también físicamente. Tengo una anécdota algo reciente que puede que cuente después). — ¡¿Por qué nadie me dijo nada de esto?! ¡¿Por qué nadie quiso decirme que iban a matarme indirectamente?! ¡¿Eh?! ¡¿Quierían guardarse la sorpresita para el último minuto?! — No, Helio. No pienses eso. No te trajeron aquí para eso. La doctora Ikari quiso traerte de México para estudiarte más a fondo. - trató de explicarme la doctora Akagi, provocando que me enojara aún más. — ¿Estudiarme? ¡¿Estudiarme?! ¡¿Ahora creen que soy una persona rara?! - dije, aunque seguro sabrán de alguna manera de mi condición. Tal vez la doctora Ikari se los dijo antes de que me trajera. — No, no... Yo no quería... — ¡¿Saben qué?! ¡A la mierda! ¡Yo me largo a mi casa! ¡Por lo menos allá no me consideran un "objeto"! - finalicé aquel ambiente de tensión para mí y giré y avancé hacia la puerta de la derecha de la sala, dándole la espalda a los tres adultos. — ¡Helio, espera! ¡No eres un objeto! - me gritó Misato para tratar de calmarme. En su voz se distinguía algo de preocupación. — ¡Dije que a la mierda! - contesté. Estaba actuando como un inmaduro, pero no pensaba para nada en eso, sino en cosas como "¡Estos están pero que si bien locos!". Podría haberme detenido a pensar las cosas un poco y preguntar por qué me necesitaban, además de eso del "Tercer Elegido" y del llamado "Instituto Marduk", de los cuales tenía muchas dudas. ¿Qué significa eso de que soy el Tercer Elegido? ¿Quiénes son los otros dos anteriores a mí? ¿Qué es el Instituto Marduk? ¿No se supone que la doctora Ikari me conoció gracias a la intervención de la Universidad Autónoma de Nuevo León? No entendía nada, y quería respuestas, pero viendo el modo en el que me estaba comportando, era más que obvio que no las iba a obtener. En fin, como decía, me dirigía hacia la salida con la intención de regresar a la superficie, abandonar la ciudad y volver a México para ver a mi familia. Sin embargo, mi marcha se vio interrumpida por un ruido: era una puerta abriéndose. Eso llamó mi atención y la de los tres adultos, así que todos volteamos a la fuente del sonido (la puerta situada del lado opuesto al que me dirigía) y descubrimos al, o mejor dicho, a la responsable: una muchacha con una altura similar a la mía, piel cristalina (y con esto me refiero a demasiado blanca, pero no excesivamente), ojos rojos y cabello azulado celeste (vaya, pero qué curioso. No recuerdo a alguien que no fuera personaje de anime que tuviera cabello celeste, a excepción de Bulma, de Dragon Ball). Llevaba puesto un ajustado traje de color blanco que le cubría todo el cuerpo hasta el cuello. Se veía algo malherida, con un ojo cubierto por un parche, su brazo derecho vendado y con ciertas manchas rojas en su vestimenta, supongo que de sangre. También respiraba de manera algo agitada. — ¡Rei! ¿Qué haces aquí? ¡¿No te mandé al hospital?! - le dijo el comandante a la chica, noté en su voz cierto grado de preocupación. — Quiero... volver... a pilotear el EVA... - intentaba hablar ella entre jadeos. — Pero no estás en buenas condiciones. ¿Acaso piensas volver a subir estando tan lastimada? - comentó Misato, también tratando de convencerla de no seguir adelante. — Tengo que hacerlo... Ese Ángel me las pagará... — Pero Rei... - dijo la doctora Akagi. — Nada de peros... Voy a volver a subir... "Ella está peor que yo, y me estoy quejando. Ella está herida pero yo estoy sano. Ella va a enfrentar un problema a pesar de su condición y yo sólo pienso en escapar de él de la peor manera que se puede hacer: haciendo pucheros y berrinches. ¿Qué me pasa?". Éstas eran las palabras que pasaban por mi mente mientras contemplaba aquella dramática escena (no sé si dramática sea la palabra apropiada). No podía empezar a razonar hasta ese momento. Ha aparecido una situación que requiere mi intervención y yo huyo de ella (o sea, el de tener que pilotear el dichoso EVA y yo me niego). Estoy huyendo de mis problemas. Siempre he sido así, aunque no lo parezca (créeme, me ha pasado más veces de las que parece). Ha habido veces, antes de que estuviera en esta situación, en donde no quise afrontar un problema o las consecuencias de haber hecho algo y opté por escapar. Soy un miedoso... Volviendo con la historia, la tal Rei daba pasos como podía para llegar adonde los tres adultos, mientras yo observaba todo desde lejos, intentando llegar a una decisión: ¿ocupar su lugar o escapar, como siempre lo he hecho? Era algo difícil de hacer, porque si lo hacía, corría el riesgo de terminar como ella, o incluso morir. Sin embargo, todo proceso de pensamiento en mí se vio interrumpido por un fuerte temblor que se sintió en todo el lugar. Tal parece que el monstruo que ellos llaman "Ángel" ya quería entrar por la fuerza. Todos caímos, hasta ella. La mayoría logramos levantarnos como pudimos, menos la chica herida, así que corrí hacia ella junto al comandante. — ¡Muchacha! ¿Estás bien? - dije. — ¡Rei! ¡Resiste! - dijo el comandante. La chica no se podía levantar, así que me arrodillé y la senté, pero esta se hacía para atrás, como si no pudiera cargar ni con su alma. La pobre no podía ni respirar adecuadamente. Lo hacía entrecortadamente, más que antes. Hasta comenzó a sangrar, lo digo porque la mano con la que la sostenía terminó llena de este líquido. Aquí es cuando entro en conflicto: "Si no lo hago, ella sufrirá más.", pensé. Sus gemidos de dolor sólo me hicieron poner peor, me sentía presionado. Pero tras un minuto de reflexionarlo y pensarlo muy pero que muy bien, di una respuesta definitiva y contundente: — Voy a hacerlo. Seré su piloto. - dije, ya decidido. Misato y la doctora quitaron su expresión de nerviosismo de sus caras. Por otra parte, el comandante Ikari cargó cuidadosamente a la lesionada, que no dejaba de dolerse (para ser honesto, la pobre me dio algo de lástima. Tener que pelear contra un monstruo gigante y perder, y encima terminar en mal estado... Vaya, nadie soportaría ese dolor, y menos yo, que soy bien delicado). Después pasó a mirar a las mujeres. — Teniente Katsuragi, doctora Akagi, preparen al piloto para subirlo al EVA. - ordenó. — ¡Sí! - dijeron ambas a la vez. Antes de que me llevaran, me dijo una última frase. — Buena suerte, Helio. — << Pues sí que la voy a necesitar... >> - pensé. - Gracias. "En verdad que la necesitaré", me dieron ganas de decirle, pero mejor no lo hice para evitarme más problemas. Tras esto, el hombre se llevó a la pobre chica a algún hospital, mientras que Misato y la doctora me llevaban a la parte superior, de donde bajó el comandante. Desde allí observé todo el proceso: primero, toda el agua roja es drenada; segundo, separan al mecha gigante de todas sus conexiones; tercero, aquí es donde me ponen unos broches en la cabeza (pero no como los que les ponen a las mujeres en el cabello para acomodárselo); cuarto, insertan una enorme cápsula en forma de pastilla que ellos llaman "cápsula de inserción" y la abren; quinto, me siento en ella. Haré un paréntesis aquí para describirla: larga, de color blanco, controlable con un par de... "palancas"... en las que pones tus manos y las jalas y aprietas como si fueran un gatillo. Listo. Fin del paréntesis. Volviendo a lo que decía, tras que me subiera a la cápsula, este fue insertada en una abertura del cuello del EVA (ahora estoy pensando en otra EVA: la de la película de WALL-E). Tras esto, todo comenzó a llenarse de un líquido anaranjado. Claramente no pude evitar asustarme. — ¡Aaah! ¡¿Qué es esto?! ¡Ayuda! - grité desesperado. Por instinto tomé aire, y terminé sumergido en el dichoso líquido. — Tranquilo. Aunque tus pulmones se llenen con este líquido, estos se llenarán de oxígeno. No tienes nada de qué preocuparte. - me dijo la doctora Akagi por medio de una comunicación. Solté el aire que tenía contenido (ya que no pude seguir) y solté: — Debió de haberme dicho eso, ¿sabe? Seguidamente después de lo que pasó, dijeron algo de "conexión nerviosa" o algo así (creo que para eso eran los broches), por lo que el interior se tornó de varios colores hasta tener una vista de 180° (para todos lados menos para atrás. Qué novedad...). Desde mi posición veía todo en modo de primera persona, es decir, desde los ojos del EVA. Mientras tanto, en otra sala con una pantalla gigante en la que se veía al Ángel, Misato y la doctora se encontraban con dos sujetos y una chica que manejaban una especie de ordenadores. Los describiré después. Continuando con esto, la doctora se encontraba junto a la chica, que le dijo: — El índice de sincronización es del 47,13%. — Perfecto. EVA-01 a plataforma de lanzamiento. - ordenó la doctora. Como ya no tenía ninguna restricción (pero tampoco podía moverme para no causar problemas), fui movido hasta una enorme plataforma, también llamada "catapulta" (o algo así). — Ruta de lanzamiento trazada. Unidad-01 lista para lanzamiento. - volvió a decir la chica. — Entendido. - dijo Misato, volteando a ver al comandante, quien estaba en la parte superior de la habitación, junto a otro hombre. Como no conozco a todo el mundo aquí (aún, pero los conoceré con el paso del tiempo), sólo te diré que era un hombre de avanzada edad. El comandante Ikari estaba sentado en su escritorio, con los codos apoyados en el mismo y juntando sus manos bajo su cabeza. Esa es su pose característica. — ¿En verdad haremos esto, señor? - preguntó la capitana. — Por supuesto. Si no vencemos a los Ángeles, no habrá futuro. - respondió. — Perdone que pregunte, señor. ¿Está completamente seguro de esto, aunque ese chico no tenga ninguna experiencia? — << ¡Hey! ¡Estoy oyendo eso! >> - pensé. — Claro que sí. Ya se acostumbrará. — ¿Y qué hay de su esposa, señor? ¿Acaso sabe ella de esto? — Se lo explicaré cuando regrese de esa reunión. Por el momento haremos lo que sea necesario. Misato acató las órdenes, miró hacia la pantalla y dijo: — ¡Lanzamiento! Y el Evangelion, conmigo dentro, salió catapultado hacia la superficie a través de una serie de túneles. Podía sentir toda la inercia en la cabina. Estaba pegado al asiento. Por otra parte, el monstruo, que los de NERV llamaron "Tercer Ángel", se encontraba caminando tranquilamente por las calles de la ciudad, en donde ya había anochecido (el tiempo vuela canijo). En ese momento, una sección de una autopista comenzó a brillar de un tono rojo y apareció un mensaje diciendo "DANGER! ELEVATOR!" Esa sección se abrió y de allí salí yo. Y por último, el EVA fue despojado de todas sus ataduras, menos de un cable que, me dijeron, se llama "cable umblilical" y sirve para suministrar energía (y pensar que podrían crear un mejor sistema de energía. Qué lástima...). Ahora, el Ángel fijó su atención en mí. El EVA y el Ángel se ven cara a cara, y me estoy poniendo nervioso. Mientras tanto, en la base, Misato piensa: — << Helio, no mueras, por favor. >> |